BARACCO, ADELAIDE
Prólogo
Introducción
1. Tiempo, Reino, Conversión
La Paradoja evangélica
Dios de Compasión y Dicha
De Reino y Conversión
«El tiempo se ha cumplido»
2. Conversión. ¿De qué hablamos?
Memoria passionis, memoria liberationis
La «Buena» Nueva
«Hoy mismo se cumple esta Escritura»
La buena nueva «de Dios»
Conversión# ¿a qué?
3. Un relato de compasión
«Había una mujer que padecía hemorragias#»
Nuevos sentidos
«Padecía hemorragias»
«Y por detrás le tocó el manto»
«Llegó hasta él#»
«# confundiéndose entre la gente»
«¿Quién ha tocado mi manto?» (I)
«Temblando de miedo [#] le contó toda la verdad»
Jesús
La subversión de Jesús, deconstrucción de la religiosidad
La subversión de Jesús, más allá de la religiosidad
«¿Quién ha tocado mi manto?» (II)
Los discípulos
De nueva consciencia y paradoja#
En relación
De nueva consciencia, reino de Dios# y responsabilidad
De seguridad# y caos
Un largo camino
Com-pasión
Gracias a ella
La danza de la Gracia
Plenamente humano
Anawim de Yahvé
Crecer en consciencia
Espera que se transfigura en anuncio
La Compasión, Buena Noticia
De sentimientos#
Derecho a la salvación (plenitud del ser)
Compasión encarnada
Compasión infinita
Cuando decimos «compasión»
Qué anuncia el evangelio (R. Panikkar)
De la teología de la misericordia (W. Kasper) a la teología de la compasión (J. B. Metz) y al «amor político» (M. Nussbaum)
Por una ética política de la compasión (H. Haker)
El principio compasión y las víctimas de covid-19 (L. Boff)
El cuidado como horizonte político (J. Laguna)
Compasión divina versus sufrimiento radical (E. Johnson)
Compasión, campo morfogénico (J. Cannato)
La compasión, práctica espiritual
La compasión como estado mental (S. Calle)
«Una quisiera ser un bálsamo#» (E. Hillesum)
La compasión, una vocación (R. Rohr)
Violencia (sexual) contra las mujeres y teología compasiva (S. Becerro)
«[#] y si quieres venir a mí, León, ven» (san Francisco)
Lolita, el perdón que se abre despacito y las entrañas de Dios (Colombia)
Por un cristianismo de la compasión (J. B. Metz)
«Compasión» es una palabra amable que resulta, a la vez, subversiva, porque la verdadera compasión lleva a transgredir los límites de la convención de cada época. La compasión de Jesús le hizo incómodo hasta llevarle a la muerte; del mismo modo, llevar con radicalidad el principio de compasión hoy también resultará incómodo a la institución, a pesar de que la institución sabe que necesita esta compasión divina y humana.
La compasión que aquí se nos presenta comporta una constante conversión, a la que apela Jesús desde el comienzo de su predicación: sin conversión no hay Reino, un Reino hecho de compasión. Una conversión que es personal y a la vez colectiva, porque somos radicalmente relacionales. Una compasión que empieza en la radicalidad y urgencia del ahora, tal como lo transmitió Jesús.