OTALORA, GABRIEL Mª
Como dice Juan María Uriarte en el prólogo, este pequeño libro despide un aroma de verdad, de sinceridad, de sensibilidad. Es como una brisa matinal que refresca los tejidos del espíritu. Va a sintonizar con muchos cre-yentes desvaídos e insatisfechos. Puede conectar también con hombres y mujeres despreocupados de la fe y desvinculados de la comunidad, pero buscadores de "algo" que dé sentido a toda su existencia. Y esto enlaza muy bien con una de las reflexiones en estas páginas: "Sé paciente con todo lo que queda por resolver en tu co-razón. Trata de amar tus mismas preguntas. No busques las respuestas que no se pueden dar, porque no serás capaz de vivirlas. Vive tus preguntas porque tal vez, sin notarlo, estás elaborando gradualmente las respuestas".