LUIS A. ARANGUREN GONZALO
La intemperie reclama una proximidad que singulariza los vínculos y busca el cuidado. Porque no hay amor más grande que el amor concreto. La fraternidad en la intemperie es una forma de amparo comunitario, y la aportación del cristianismo del siglo XXI será la construcción de una Iglesia hecha de fraternidades en movimiento al servicio de los más empobrecidos.En tiempos de metamorfosis global conviene saber qué es aquello que queremos conservar, que huele a frescura del Evangelio y, por tanto, es esencial en nuestras vidas. Seremos tejedores y transformadores de este mundo en función de los vínculos que fomentemos y conservemos.«Convivir sin dar lecciones, aprendiendo como los demás; sin buscar puestos de honor, enfangándose con los demás; sin enfadarse por perder privilegios...».