PIRIS FRIGOLA, JOAN
Bajo la gruesa capa de ceniza de nuestro catolicismo hay todavía un rescoldo vivo, unas brasas que hay que avivar, recuperando y agradeciendo el sentido de nuestra unción bautismal. Preguntémonos de qué manera podemos renovar e intensificar nuestra presencia en el mundo y nuestra misión evangelizadora porque, aunque por la edad disminuyan las tareas, el encargo de Jesús (cf. Mt 28,19) permanece siempre, impulsándonos a vivir de manera estimulante esta etapa que la sociedad contemporánea llama tercera y cuarta edad. Podemos ser personas mayores, pero no viejos de corazón. Hemos de admirar y agradecer a tantas personas anónimas que, en la sencillez de su entorno, en el silencio y en el anonimato, continúan estando a pie de obra, cuidando al enfermo, atendiendo al necesitado, acompañando al abandonado, acercándose al excluido. Jubilados o no pero, hasta el último día, llamados a vivir en la perspectiva de quienes quieren entender el mundo y la historia desde Jesús Siervo.