CANCELO GARCÍA, JOSE LUIS
El autor toma un pensamiento de Martin Heidegger como título del presente estudio, pues, como gran genio, presagió el olvido de Dios debido a la huida del pensamiento. San Agustín invita a pensar desde la realidad más elemental observable: vides viventem, cogita morientem. La vida, que en su ser más íntimo, es pasión de sí misma, lleva en su misma entraña la muerte que aborrece cordialmente. La vivencia de esta realidad contradictoria que se vive en el corazón fue siempre una invitación a la trascendencia. El primer grito del hombre es, como dice san Agustín, quiero vivir. Hoy día se huye de esta sencilla manera de pensar porque resulta innecesaria e, incluso, molesta.Es preciso volver al Dios que está más allá de la cultura, al Dios inefable y al que por la fe se ama sin entenderle. Hay que recuperar al Dios de los místicos.La espiritualidad agustiniana, sabedora de que un corazón ciego es un entendimiento ciego, sale al paso de la indiferencia religiosa desde un ámbito emocional y no desde el intelectual. Amar es desear la eternidad para la persona amada. El amor lleva en sí la trascendencia.