BARTOLOME LAFUENTE, JUAN JOSE
En los años posteriores al Concilio Vaticano II ha ido surgiendo en la Iglesia católica un renovado interés por la Palabra de Dios sin precedentes. Con todo, sigue dándose una notable y lamentable falta de familiaridad de los católicos con la Escritura. Cierto, la Palabra de Dios ha tenido siempre su hogar en el culto que el pueblo rendía a su Dios, en ese culto donde había nacido y ha sobrevivido. Pero continúa estando alejada, expatriada incluso, de la vivencia espiritual diaria de una mayoría de creyentes en la Iglesia católica.
Desde finales del siglo XII se inició «el exilio de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia y de los creyentes», un exilio que duraría, «prácticamente hasta adentrado ya el siglo XX» (N. Calduch). Las causas son obvias, hasta comprensibles. «La razón principal era una cierta desconfianza de las autoridades eclesiásticas frente a la lectura de la Biblia por los laicos» (Card. C. M. Martini). Hubo que esperar hasta finales del siglo XIX para que un papa, León XIII, afirmara que «la Iglesia no ha perdonado recurso alguno para hacer llegar hasta sus hijos las fuentes saludables de la Divina Escritura» (Providentissimus Deus, 2). Lo que no ha significado aún que pueda decirse que la Palabra de Dios ha llegado a ser, para los estudiosos, «alma de la teología» (Dei Verbum, 24), ni, mucho menos para todo cristiano, la fuente del «sublime conocimiento de Jesucristo» (Flp 3,8).
Sentido alegato a favor de una pronta y profunda recuperación de la Palabra de Dios en la vida del pueblo de Dios, el presente libro hace, primero, memoria de la presencia de la Escritura en la historia de la Iglesia católica, tan deseada como obstaculizada; propone, después, una síntesis de espiritualidad bíblica con el expreso anhelo de promover y completar el retorno del pueblo cristiano a la escucha de su Dios.