MATTEO, ARMANDO
Introducción. ¿Otro libro sobre los jóvenes? 1. ¿«El Sínodo más tedioso e inútil de la historia»?1. Comenzar con buen pie2. Un mundo mejor3. El Sínodo, por fin4. El convidado de piedra 2. Una sociedad sin adultos1. Muchísimos adultos, pero ninguno lo es2. Adoración de la juventud3. Sin adultos no hay educación ni transmisión de la fe 3. La dificultad para crecer1. Los jóvenes: fortaleza y novedad2. Lo que necesitan los jóvenes3. Lo que el joven encuentra4. Las puertas cerradas 4. La dificultad para creer1. Generaciones incrédulas van avanzando2. Crecen las pequeñas ateas3. Eclipse del cristianismo doméstico 5. Sin jóvenes, la Iglesia muere1. Lo que realmente falta cuando faltan los jóvenes2. «También los sacerdotes podrán casarse, pero solo a determinada edad»3. ¿Por dónde empezar de nuevo? 6. Convertirse en cristianos1. ¿De qué hablamos, entonces, cuando hablamos de «creyentes»?2. Los ojos de Jesús3. «Acordaos de amar» 7. Convertirse en adultos1. Nacidos para ser adultos2. Siete palabras para hablar de una juventud bien vivida a) Inquietud b) Infinito c) «Éxtasis» d) Atreverse a ser más e) Santidad f) Entrega g) Decisión3. La irresponsabilidad de los adultos, la depresión de los jóvenes 8. Ancianos y jóvenes juntos1. «El problema lo tenemos nosotros, los adultos»2. Los sueños de los ancianos, las ideas de los jóvenes3. El sueño de una sociedad en la que los jóvenes puedan ser jóvenes4. El poder de los sueños 9. Diez cosas que Francisco pide a su Iglesia para el bien de los jóvenes1. Llorar2. Escuchar3. Mirar4. Reflejar5. Anunciar6. Introducir7. Crear «hogar»8. Aprender9. Estimular10. Alentar
Este libro nace de una toma de conciencia: dado que el Sínodo sobre los jóvenes dedicó tan solo una atención marginal de su debate a la cuestión de la ruptura de la transmisión de la fe entre las generaciones -y, por tanto, a la cuestión de cómo restablecerla-, creó las condiciones para que el auténtico «agujero negro» de la situación eclesial actual no solo continuara por el mismo camino, sino que se quedara, además, sencillamente «retirado». Y precisamente en torno a este «retiro» es donde de verdad siguen desperdiciándose las acciones pastorales actuales y los intentos por encontrar en otro sitio causas y recursos para reimpulsarlo en el tiempo que nos ha tocado vivir.
Una sociedad sin adultos, como la nuestra, es ciertamente una sociedad que ya no educa; es una sociedad que no da ya inicio a ninguna práctica de devoción. Es una sociedad que reconoce un único y uniforme sentido de la vida: la juventud. Y, a partir de aquí, los denominados «adultos» de hoy ya no consideran que los jóvenes necesiten nada para emprender ese camino de crecimiento en lo humano que sería precisamente lo característico de la fase de la vida en la que se encuentran.